Capítulo 29: No dejes de buscar (Final de temporada)


Después de cada almuerzo, los chicos del hogar Las Sombras tenían media hora de descanso antes de volver a trabajar. Generalmente, quienes ya llevaban un tiempo viviendo allí dedicaban ese momento del día para dormir la siesta; los chicos de Rincón de Luz, sin embargo, habían sido reunidos por Mentiritas en una esquina del depósito para ser informados sobre el plan de Laura para escapar.
—¿Cómo vamos a escaparnos en un camión viejo si no tenemos la llave del portón de entrada? —preguntó Amir.
—Es que no vamos a abrir el portón —explicó Mentiritas—, vamos a tirarlo abajo.
La directora Martirio ingresó en ese momento y avanzó por entre las camas con paso seguro hasta donde estaban los chicos.

—¿No van a aprovechar a descansar? —dijo.
—No, estamos bien. Gracias. —Úrsula rió nerviosa.
—¿De qué hablaban?
—De Lucas —se apresuró a contestar Malena—. Es mi novio, ¿sabía? Y es amigo de todos nosotros. Queremos que vuelva.
—Va a volver cuando termine lo que está haciendo detrás de la puerta roja de los rebeldes.
—Por lo menos podría devolvernos nuestro farol.
—¿Qué cosa? ¿Esto? —preguntó, descubriendo el farol desde su espalda. Lo llevaba en su mano derecha—. Curioso aparato… pero no, no voy a devolverlo. Muy idiota por parte de tu novio desafiarme solo por un pedazo de metal y vidrio, pero parece que no es el único de ustedes ausente. Tengo entendido que la otra chica nueva, Laura, también fue compañera suya anteriormente en su otro hogar. ¿Dónde está?
—¿Laura? Eh, bueno… lo que pasó con Laura es… —comenzó a decir Mateo mientras pensaba en una mentira.
—¡Se fue a poner su crema contra la alergia a los ojos! —exclamó rápidamente Mentiritas—. Todos estos ojos pintados en esta pared le hacen mal, le sacan unas ronchas horribles, y si no se pone esa crema se puede llegar a morir.
—¿Vos me estás tomando por estúpida? —inquirió Martirio con severidad—. Estos ojos, como sabrás, no son más que cámaras y micrófonos. Yo veo y escucho todo lo que hacen y dicen acá adentro, ya sé de qué estaban hablando hace un momento. ¿De verdad piensan que va a ser tan fácil escaparse?
Ninguno de los chicos se atrevió a decir una palabra. Martirio empezó a dar pasos lentos alrededor de ellos, rodeándolos. Generaba la sensación de estar a punto de anunciar una sentencia.
—Encontré a Laura tratando de meterse en mi oficina. Supuse que era para robarse este objeto estúpido —dijo refiriéndose al farol—, pero ahora sé que era para robar la llave del camión. En este orfanato no damos segundas oportunidades, así que me tuve que deshacer de ella para siempre. Ya no va a ser más un problema.
Todos se miraron.
—¿Qué quiere decir con que se deshizo de ella para siempre, señora? —preguntó Malena—. ¿La llevó a la puerta roja de los rebeldes con Lucas?
Martirio reaccionó como si le hubieran contado un chiste. —Claro que no, querida. De ese lugar se vuelve, solo que no siendo la misma persona. El único lugar del cual nadie puede regresar es la muerte. ¿Qué otra cosa esperaban?
—¿Está diciendo que…?
—Sí, querida. Exactamente eso —exclamó Martirio—. Laura ya está muerta, no van a volver a verla nunca más. Y en cuanto a ustedes, si llego a encontrar a alguno generando el más mínimo problema o acercándose a mi oficina, va a correr el mismo destino. Quedan advertidos.
Sin decir una palabra más, deshizo su camino hacia la puerta y todos pudieron escuchar cómo la cerraba con llave. Lucía inmediatamente corrió hacia ella y comenzó a golpearla. El resto de los chicos la siguió.
—¡Vieja mentirosa! ¡¿Dónde está Laura?! ¡¿Qué le hizo?! —gritaba mientras le daba golpes furiosos a la puerta negra—. ¡Que vuelvan ella y mi hermano acá mismo ahora! ¡¡¡Ya!!!
Malena la tomó por el brazo, deteniéndola. —Tranquilizate, Lucía. Todo se va a arreglar.
—¡¡¡No mientas!!! ¡¡¡Nos vamos a quedar acá para siempre!!! ¡¿Te pensás que alguno de estos chicos pudo escapar?! ¡¡¡Dentro de nada vamos a ser unos zombis nosotros también!!!
—Pensá en lo que dice Soledad, que no hay que bajar los brazos —murmuró entre lágrimas Malena. Cuando miró alrededor suyo, vio que todos sus amigos estaban llorando la muerte de Laura también.
—Por favor, Lucía. Lucas nos va a ayudar a arreglar todo, tené esperanza —le pidió Mateo.
—¡¿Esperanza en qué?! ¡Lucas está encerrado, Soledad y Álvaro están presos, Laura está muerta! ¡La directora ya sabe de nuestro plan para escaparnos! ¡¿No entienden?! ¡¡¡Estamos encerrados para siempre en este lugar horrible!!!
Ninguno de ellos tuvo la fuerza suficiente como para continuar hablando.
—A ver, díganme —los desafió Lucía—. ¡¿Dónde están la magia, los sueños hechos realidad, la esperanza, y todo eso?! ¡¿Dónde?!
El chico sin nombre que había ayudado a Mentiritas se levantó de su siesta por los gritos y se acercó hacia ellos.
—Ella tiene razón —dijo enojado—. Al final, todo eso que decían cuando llegaron era mentira. ¡Lo único que consiguieron es enfurecer a la directora!
—¡¿Qué decís?! —exclamó Mentiritas ofendido.
—¡La verdad! ¡Por culpa de su plan de escape y esas idioteces de una vida mejor que me prometieron ahora pasó todo esto! ¡Antes de que llegaran ustedes nosotros vivíamos bien!
—¡¿A esto le llamás estar bien?! ¡Ustedes ni siquiera tienen nombre! —espetó Malena.
—¡Puede ser, pero por lo menos no nos están matando como a tu amiga!
—¡Eso es mentira! ¡Laura está viva! —Malena dio un paso al frente. —¡Yo estoy segura de que fue un invento de Martirio para controlarnos!
—Tiene razón —lo defendió Lucía—. Dejá de perder el tiempo con las idioteces que nos dijo Soledad, ¡ya perdimos todo! ¡Los milagros no existen!
En ese momento, desde el altavoz se oyó una voz que les resultó familiar a todos:
—¡Hola, chicos! Soy yo, Laura. Quería avisarles que estoy viva y mejor que nunca, todo lo que acaba de decirles Martirio lo inventó. ¡No se preocupen, mantengan la fe y no dejen de buscar! ¡Levanten los brazos bien alto que vamos a irnos de este lugar y ser libres!
Inmediatamente todos cambiaron la cara. Con una sonrisa dibujada, cambiaron los llantos por risas y abrazos, incluyendo a varios de los que, hasta ese momento, parecían ser zombis.
—¡Tiremos la puerta abajo y salgamos de este lugar de una vez! —propuso Amir en medio de la celebración.
Pero la felicidad desapareció cuando Martirio volvió a ingresar, bloqueando la puerta del depósito.
—De acá no va a salir nadie.

Lucas continuaba en la sala de tortura tras la puerta roja de los rebeldes. Lo dejaban descansar únicamente veinte minutos al día para comer e ir al baño. Después de eso, ni siquiera podía dormir. Sus «descansos» se daban únicamente en los momentos en los que perdía el conocimiento. A esta altura, después de tantas horas en esta situación, ya prácticamente no recordaba nada de su vida.
La misma proyección se repetía una y otra vez, hasta penetrar en lo más profundo de su alma:
—No existen las familias felices, ni los amigos, ni las relaciones. Solo sos un número. Un numero más, insignificante, que a nadie le importa ni le va a importar nunca.
Seguía con los brazos y las piernas atados a la silla. Con la poca fuerza que le quedaba intentaba soltarse, pero no podía conseguirlo, y sentía que cada vez le costaba más.
Entonces irrumpió por el altavoz Laura con su mensaje, y sintió cómo le volvía algo de energía al cuerpo. Pero la proyección de Martirio también se oía muy fuerte:
—Un número sin pasado, ni presente, ni futuro. No podés pensar ni sentir. Tu mente ya es mía. Tu voluntad está completamente quebrada. Sos mío.
El mensaje de Laura seguía resonando en su cabeza, y entonces lo recordó: él era Lucas. Había pasado de ser un chico de la calle a vivir en Rincón de Luz, el mejor hogar que podría haber tenido. Había pasado de ser huérfano a estar al cuidado de Soledad, quien era la mejor mamá que había soñado jamás. Y, por sobre todas las cosas, había logrado encontrar a su hermana menor, después de años y años buscándola.
«No dejes de buscar» eran las palabras grabadas en el farol que Soledad le había entregado.
«No dejes de buscar». La frase retumbaba por su cabeza como un eco infinito; un eco que parecía volverse cada vez más grande y más fuerte.
De repente ya casi no escuchaba a Martirio, sino a Soledad hablándole. «No dejes de buscar, Lucas» le decía. Cada vez sentía más y más fuerza en ese mensaje, cada vez creía más, cada vez tenía más esperanza.
Hasta que no pudo más estar en ese lugar y, sin saber cómo, reunió la fuerza necesaria para liberarse completamente de las ataduras que lo ligaban a la silla, soltando un grito muy fuerte que se oyó por casi todo el orfanato.

Mientras Lucas intentaba liberarse, los chicos notaban cómo el farol que Martirio llevaba en la mano parecía iluminarse cada vez más. Mientras ella les daba un discurso amenazador sobre las consecuencias de intentar rebelarse, la luz resplandecía cada vez con mayor fuerza. Llegó a ser tanta que, aparentemente, llegó a quemarla, por lo cual Martirio debió soltarlo y dejarlo caer al suelo, mientras al mismo tiempo se escuchaba un grito de alguien que Lucía reconoció como la voz de su hermano.
—¡Ahora! ¡Vamos a la libertad! —gritó, aprovechando la distracción de la directora, y tomó ella misma el farol que, sin saber exactamente por qué, ya no quemaba sino que iluminaba con normalidad.
En ese instante todos —incluyendo a los chicos sin nombre— aprovecharon para cruzar la puerta a toda velocidad, mientras Laura explicaba los detalles de su plan por el altavoz.
—Lo que pasa acá dentro es una injusticia, y la única manera de luchar contra la injusticia es estar unidos —decía mientras todos corrían—. ¡Nadie nos puede robar lo que queremos ser! ¡Nosotros, si estamos juntos, podemos! ¡Vamos a demostrarle a Martirio el verdadero poder del trabajo en equipo!
Se reunieron en el estacionamiento cercano a la entrada, y allí finalmente los chicos se reencontraron con Lucas. Cuando Malena pudo acercarse a besarlo nuevamente, sintió que una parte suya le volvía al cuerpo.
—Pensé que nunca más en la vida te iba a volver a ver —le dijo.
—Nunca te dejaría sola —prometió Lucas—. Por algo sos mi novia. Te amo.
—Yo también te amo —respondió, y luego volvieron a besarse.
Laura fue la última en llegar. La notaron muy agitada, pero al mismo tiempo tenía una mirada alegre, como si no hubiera pasado siete años de su vida encerrada en un cuarto oscuro y como si no hubiese vuelto ahora a un lugar muy parecido. —Acá están las llaves —dijo mientras se las entregaba a Lucas, ya que era el único que sabía cómo manejar.
—Entonces vamos. ¡Suban todos, rápido! —les indicó al resto de los chicos.
Él fue el último en subir y se ubicó en el asiento del conductor. Introdujo las llaves y encendió el motor, listo para acelerar. Pero entonces Martirio llegó corriendo y se interpuso entre la camioneta y el gran portón que llevaba al exterior.
—Nunca van a poder escaparse de Las Sombras. Para hacerlo, van a tener que pasar sobre mí —les gritó.
Lucas se quedó paralizado frente al volante. Era solo cuestión de pisar el acelerador y volvería a ser libre en tan solo segundos, pero… ¿hacerlo a costa de la vida de otra persona?
—¿Qué esperás? ¡Acelerá! —le gritaba el chico sin nombre que le había hablado en su primera noche allí.
«¡Es una vieja maldita, su vida no vale nada!» «¡Matala de una vez!» Gritaban varios de ellos desde el fondo.
—No. Yo no soy un asesino —dijo Lucas, y lentamente se bajó del vehículo. Caminó con la cabeza baja hasta la directora y le entregó las llaves.
—¡No! ¡¿Qué hiciste?! ¡Sos un estúpido! ¡Ahora ya podríamos estar afuera! —gritaban otros de los chicos sin nombre.
—Les di una oportunidad y la desperdiciaron. Ahora lo van a pagar, y con sangre —amenazó Martirio, y luego agregó—: Quienes vuelvan ya mismo al depósito y se olviden de esta pavada de escaparse, no serán castigados en absoluto. En cuanto al resto, quienes continúen con esta actitud inaceptable, serán llevados a la puerta roja de los rebeldes. Para siempre.
Todos los chicos se bajaron del camión. La mayoría de ellos se veía muy asustados.
—Quienes quieran salvarse, síganme. Voy a escoltarlos de regreso al depósito.
Martirio comenzó a caminar y la mayoría la siguió. Los únicos que se quedaron fueron los chicos de Rincón de Luz y el chico sin nombre que había hablado con Lucas. Un momento más tarde, estaban solos: el resto, los que habían cedido a las amenazas, ya estaban por el pasillo camino al depósito.
—¿Y ahora qué hacemos? ¡Sin el camión nunca vamos a poder tirar el portón abajo! —exclamó el chico sin nombre, desesperado.
—¡Encima no tenemos mucho tiempo, Martirio va a volver enseguida! —añadió Mateo.
—Me parece que nunca vamos a poder salir de acá. Muchos trataron, pero nadie pudo. ¿Por qué con nosotros sería diferente? —murmuró Lucía, ya no furiosa, sino triste.
—Porque estamos juntos. —Mentiritas, a pesar de todo, no parecía desanimado.
—¡Sí, chicos! ¡Tiene razón! ¡Mientras estemos juntos vamos a poder hacer lo que sea! —Laura dio un paso adelante, acercándose al portón.
—¡Piensen un poco! ¿No ven que es imposible? —se quejó Úrsula.
—¡Puede ser! Pero si no probamos, nunca lo vamos a saber. —Lucas dio un paso al frente también, y dejó el farol a un costado para ponerlo a salvo. —Vamos —ordenó entonces.
Todos los chicos hicieron caso y corrieron hacia el portón, intentando empujarlo con todas sus fuerzas. Se ayudaron con las piernas, agarrándose entre ellos, y apoyándose muy fuerte contra el suelo, pero el portón no se movió un centímetro.
Por la rendija entre ambas mitades Laura alcanzó a ver un poco de la luz solar que se filtraba desde el exterior. Era muy frustrante saber que estaban a solo centímetros de la libertad, pero que no podían lograr alcanzarla.
Muchos de los chicos se dejaron caer en el suelo, agotados, y llorando.
—¿Qué pasa? ¡No se rindan, chicos! —exclamó Laura—. ¡Ahí afuera está la vida! ¡No bajen los brazos! ¡Vamos a buscar nuestra libertad!
Lucas se puso de pie y, mirando al farol iluminando, dijo—: ¿Saben por qué no estamos consiguiéndolo? Porque estamos juntos, pero separados. Cada uno está haciendo fuerza por su parte, pero así no vamos a conseguirlo nunca: ¡Tenemos que empujar todos juntos! ¡Unamos nuestras fuerzas!
Todos se pusieron de pie y Lucas comenzó a contar.
—Uno… Dos… ¡Tres!
Corrieron y, todos al mismo tiempo, dieron un gran empujón al portón, consiguiendo por fin que este se abriera completamente.
La luz, tan brillante desde el exterior, les nubló la vista por un momento, pero en seguida recuperaron la visión.
—¡Somos libres, chicos!
El bosque verde y soleado parecía invitarlos a vivir. Hasta el canto de los pájaros les parecía algo nuevo, como si nunca antes lo hubieran oído.
Lucas tomó nuevamente el farol y, apurándose antes de que Martirio regresara, guió al resto de los chicos hacia la libertad.
El chico sin nombre lo detuvo un momento.
—¿Qué pasa? —preguntó Lucas.
—Era cierto —respondió el chico con una sonrisa—. Juntos podemos lograr lo que sea.

Y así, los chicos lograron romper sus cadenas y volar a un nuevo destino, lleno de luz y esperanza. Juntos.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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