Capítulo 5: Plebeya hasta la raíz


—¿Nada de nada? —preguntó Mateo, insistiendo por última vez.
Él, Mentiritas, Laura, Josefina, Úrsula, y Guillermo estaban reunidos en la sala principal. Mateo no podía comprender cómo a Guillermo, a pesar de ser un chico, no le gustaba el fútbol.
—No, nada. No me gusta —respondió él—. Bueno… en realidad no sé bien qué es.
—¡¿Qué?! —Mateo se puso de pie.
Úrsula enseguida saltó a su defensa.
—En realidad —intervino con frustración—, lo que Guillermo quiere decir es que no vio tantos partidos como para saber bien de qué se trata. ¿No?
Nadie mejor que ella entendía lo que era venir del mundo mágico y tener que aprender todo sobre el mundo de los humanos en muy poco tiempo, pero eso no significaba que no le agotaran las constantes intervenciones que tenía que hacer en las conversaciones de Jaudín con el resto de los chicos del hogar.
—¿Qué tiene de malo? A Josefita y a mí tampoco nos gusta el fútbol.

—¿Cómo le va a gustar hacer deporte a una muñeca? —Mateo se agarró de la cabeza.
En ese momento sonó el timbre y Laura se levantó a atender la puerta. Mentiritas adquirió una mirada llena de preocupación cuando vio que su amiga dejaba ingresar al hogar a las nuevas vecina. Y esto empeoró cuando vio que Laura las saludaba con tanta alegría.
—¡Hola, pasen! ¿Qué precisaban?
—¿Está Lucas? —preguntó Pía, sin siquiera molestarse en saludar.
—Está en el cuarto de los varones —le indicó Mateo.
Pía subió las escaleras y se perdió de vista por el pasillo mientras Laura invitaba a Betina a sentarse en el sillón con el resto de los chicos.
—Justo estábamos hablando de deportes —le explicó—. ¿A usted le gusta el fútbol?
—No, Laura —se apresuró a decir Mentiritas, sin darle tiempo a Betina para responder—. La nueva vecina es una mujer grande, no puede perder tiempo con nosotros. Seguro solo vino a acompañar a su hija Pía y ya se va, ¿no?
—De hecho, vine porque quería hablar con vos —espetó.
—¿Conmigo? —preguntó Laura, confundida.
—Sí. Con todo esto de la mudanza, Pía y yo decidimos deshacernos de sus juguetes. Me pareciste tan simpática el otro día que elegí regalártelos a vos —explicó, y luego, al ver la cara del resto de los chicos, añadió—: Para que los compartas con tus amigos de Rincón de Luz, claro.
—¿En serio? ¡Qué bueno! —exclamó Laura emocionada—. Pero… ¿A Pía no le molestará que usted me regale sus cosas?
—Por favor, no me trates de «usted», tratame de «vos» —pidió Betina con una sonrisa—. Y no, Pía ya es grande, no juega más con sus juguetes. Fue ella misma la que me dio la idea. ¿Qué te parece si mañana mismo pasás por casa a tomar el té así nos conocemos mejor y de paso te llevás los juguetes que quieras?
—¡Sí! ¡Me encantaría! ¡Gracias, Betina! ¡Sos lo más! —Laura abrazó a su nueva vecina, no pudiendo creer tanta generosidad junta: la única persona que le había querido hacer tantos regalos fue Pedro, quien contrarrestaba cualquier buena acción manteniéndola viviendo secuestrada en un cuarto oscuro.
Mentiritas tuvo un sentimiento muy feo en el pecho mientras veía cómo Laura abrazaba a Betina: algo en esa mujer le decía que tenía malas intenciones. ¿Por qué quería darle todo eso a Laura, precisamente? ¿Solo porque le había caído bien? No sonaba convincente.
—Yo las acompaño —dijo rápidamente. Aunque fue un anuncio, sonó más como una orden.
—¿Vos venís? Bueno, había preparado todo para dos solamente, y… —comenzó a decir Betina, pero Mentiritas la interrumpió.
—Así la acompaño a traer los juguetes. Digo, si son tantos, significa que va a necesitar a alguien. ¿No, Laura?
—Bueno… no quiero molestar a Betina, está siendo muy buena conmigo. Pero… supongo que a vos no te molesta si llevo solo a un amigo, ¿no? —preguntó Laura con inocencia.
Betina sintió furia, pero mostró una sonrisa que demostraba la mayor de las simpatías.
—¡Claro que no! Está bien, los espero mañana a los dos. ¡Nos vamos a divertir muchísimo!

Pía acababa de entrar al cuarto de los chicos, encontrándose con una escena bastante inusual: Lucas, Estrella, y Malena miraban cómo Lucía, llena de maquillaje, no soltaba la mano de Amir.
—¡Pía! Qué bueno que viniste —la recibió Lucas con evidente alivio—. ¿Podés hacer algo para parar a mi hermana?
Pía parpadeó.
—¿De qué estás hablando?
—De que Lucía no deja en paz a Amir —intervino Malena, acercándose a su novio—. Parece que tiene un pequeño enamoramiento, pero en vez de seducirlo, parece que lo está ahogando al pobre.
—Si sabía que era para eso, no le hubiera prestado mi ropa ni la hubiera maquillado —dijo Estrella.
Lucía, con su cabello rubio arreglado, los ojos delineados, y los labios rojos, no parecía poder despegarse de Amir ni un momento.
—Bueno, gracias por venir a ver cómo estaba, ahora me tengo que ir… —murmuró Amir, intentando soltar su brazo y abandonar el cuarto, pero Lucía lo sostuvo con fuerza.
—¡Esperá! No te vayas todavía. ¿No te gustó mi cambio de look?
Amir miró a Lucas en un claro pedido de ayuda. No necesitó decir una palabra: quería que lo ayude a liberarse de su hermana.
—¡Contestame! —insistió Lucía.
Las palabras no salían de la boca del príncipe. La realidad era que Lucía, lejos de mejorar su imagen con todo ese maquillaje y ropa femenina, lograba el efecto contrario: se veía totalmente ridícula. Y poco ayudaba su actitud invasora.
—Lucía, ¿vos no te acordás que Amir estuvo con Julián? —dijo Malena, intentando calmar la situación.
—¿Y eso qué tiene?
—Y… que no creo que se quiera fijar en vos. Ni en ninguna de nosotras.
—¡Claro que sí! —exclamó Amir, ofendido.
—¿Y entonces? ¿Qué te pasa? ¡¿Por qué me rechazás así?! —exigió Lucía.
Amir intentó contener la respiración, pero no aguantó más.
—¡Porque sos insoportable! ¿No te das cuenta de que no me caés bien? ¡Me debés haber hablado dos veces en la vida y ahora pretendés que pase todo mi tiempo con vos! ¡Molesta! Y encima con ese look horrible venís a seducirme… ¡a mí, que podría estar hasta con una princesa!
—¡Me parece que se te subió el ego a la cabeza, principito! —estalló Lucía—. ¡¿Nunca te miraste a un espejo?! ¡Ni que fueras para tanto, idiota! ¡Andá a fijarte en un varón, rarito!
—¡Si me fijara en un varón seguro que me gustarías vos, marimacho asqueroso!
Nadie dijo nada por un momento.
—¡Morite, enfermo! —gritó Lucía, y salió corriendo del cuarto.
Lucas se acercó hacia Amir y lo empujó con violencia.
—¡Más te vale que no hayas puesto triste a mi hermanita o te hago bolsa, Amir! —lo amenazó.
—¡Ella se lo buscó!
—Bueno, bueno —intervino Pía—. Vamos a calmarnos un poco. Tengo algo para decirles.
—¿Qué?
—Va a haber una fiesta en mi escuela este sábado. Una especie de baile. Quería saber si querías ir —dijo, dirigiéndose específicamente a Lucas.
—¡Sí, claro! —dijo él.
—Yo también estoy invitada, ¿no? Soy tu amiga —dijo Estrella.
—¡Obvio! Ni se pregunta.
Malena se puso roja de los celos.
—¡Y yo también voy! Mi novio no va a ir a una fiesta sin mí. ¿No hay problema, no? —dijo, abrazándolo fuerte.
—Eh… supongo que no.
Pía maldijo en voz baja. Ella quería pasar la noche con Lucas, no con Estrella ni Malena.
—Entonces no se habla más —dijo Lucas—, este sábado vamos los cuatro a la fiesta esa. La vamos a pasar genial.

«—Sobre todo vos y yo —pensó Pía—. Este sábado, con la ayuda de mis amigas de la escuela, voy a hacer que dejes a esa huerfanucha por mí. Vas a ser mío, Lucas».

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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